La casa de Job
Era la tercera mudanza en lo que iba de un
año, a mamá la habían trasladado nuevamente por cuestiones laborales. La
mayor distancia hasta ahora –tres kilómetros-que nos había tocado viajar, muy
lejos de todo lo que conocíamos. Aparcamos en la puerta de una casa y, por la
fachada de este lugar algo triste, abandonado, deseé que no fuera donde íbamos
a vivir, pero lamentablemente para mí lo era.
Tenía un aspecto lúgubre, sombrío y deshabitado
con la típica hamaca pendiendo de un árbol, la misma que aparece en las
películas de terror que acostumbraba ver. Interrogue a mamá preguntando porque
nos habían asignado esta casa, ella respondió que era la única que había en la
ciudad, nadie la habitaba hacia años, aunque no hacía falta que lo dijera, se
notaba por el aspecto.
Al entrar todo estaba cubierto de polvo,
telarañas y hojas secas. En la profundidad de una muy amplia sala principal
resonaba un eco que provenía de un gran reloj. Una larga escalinata conducía a
las habitaciones de la sala superior, decidí ir a verlas. Al subir me topé con
un largo pasillo y tres habitaciones. Debería elegir con cual quedarme y lo
hice con la que se hallaba al final del hall.
Los engranajes de la puerta chillaron al
abrirla por el óxido del tiempo, una biblioteca se desplegaba cubriendo la
pared derecha de la misma; definitivamente esa fue una elección correcta ya que
desde niña yo era amante de la lectura. Todo estaba allí como si nadie lo
hubiera tocado por años, incluso las cosas personales.
“¿Porque nadie las habría llevado?”, pensé,
“como si el tiempo se hubiera detenido en una instancia de sus vidas”. La única
de las habitaciones que no fue desmantelada, parecía ser de una niña, apodada
Job -eso pensé puesto que las iniciales estaban grabadas en los muebles como
declaratoria de amor en un árbol de colegio.
Job tenía mi talla, lo supuse al abrir el
armario que contenía sus vestidos, de colores pasteles con cuellos redondos y
bastante tela, un gusto peculiar para la época en la que vivimos. La biblioteca
era la muestra fehaciente en su habitación a que a Job le gustaba leer.
Los ding don de los relojes eran tediosos,
varios detenidos y algunos pocos en funcionamiento todavía.
Había mucho por hacer. Me dispuse a limpiar
antes de que llegara la noche y mamá podría sentirse molesta al ver que todavía
no había desarmado la valija. Al llegar la noche y luego de la cena de
inauguración me fui a dormir completamente exhausta, me desplomé sobre la cama,
pero en la mitad de la noche me despertó un ruido estridente de las campanadas
del reloj situado en la pared norte que marcaban las tres de la mañana. Me
levanté para poder apagarlo, sin saber cómo hacerlo. El reloj era viejo y al
darle vuelta me di cuenta que tampoco llevaba pilas.” ¿Cómo estaba en
funcionamiento entonces?, pensé mientras mi piel comenzaba a erizarse. Tenía
miedo, mucho miedo. Me pareció escuchar unos pasos que venían del corredor se
acercaban a habitación.
Quedé inmóvil. La puerta se abrió lentamente y los
latidos de mi corazón se aceleraron al ver el espectro de una niña pequeña, con
cabello largo y en un camisón de algodón blanco poco derruido.
Estaba descalza y caminaba hacia la ventana
circular que daba al patio, pero de pronto se quedó por unos momentos inmóvil
al escuchar el crujido de la hamaca. Me di cuenta que había alguien más quien
estaba balanceando allá afuera. Sentía un profundo terror, mis músculos se
entumecieron, no podía hablar. Sin embargo, la niña no dio cuenta de mi
presencia; tomo una crayola roja y un papel del armario para luego partir
perdiéndose en los libros de la biblioteca.
Rápidamente fui a despertar a mamá para
contarle lo sucedido. Pero ella no respondió como yo esperaba y me mando
acostar diciendo que me llevaría nuevamente al psiquiatra para tratar mis
ataques, - en una época de mi vida, cuando era pequeña, yo sufría ataques de
ansiedad. Creo la razón fue el fallecimiento de papá y la ausencia de mamá que
no estaba en la casa trabajando mucho para poder subsistir y no tenía tiempo
para atender semejante problema como decía ella.
Tomé coraje y regresé a la habitación.
Debía ser fuerte, y esta vez fue distinto como cuando estaba niña. De todas
formas, entendí que no debía contárselo a nadie, porque si no, regresaría a la
medicación que hasta hace poco tomaba. No quería eso y quizás solo era esa
noche que se suscitaba ese extraño fenómeno, si no daba cuenta de mi presencia,
entonces no corría peligro.
Al día siguiente me ocupe de los quehaceres
con más profundidad: limpie la biblioteca, revise uno a uno los libros buscando
algo sin saber qué, pero no había nada raro allí.
La segunda noche me costó dormir, no podía
cerrar los ojos y el trajín del mañana mezclado con el cansancio hizo
que no pueda contener el sueño. En la mitad de la noche se repitió el mismo
sonido en el reloj de la pared del lado oeste, nuevamente se escucharon pasos y
la niña apareció, pero esta vez tomó su cajita de música con una bailarina. La
escucho por unos minutos, tomó la crayola roja escribió algo y se perdió en los
libros. Enseguida encendí la luz de la habitación me fui a fijar al cuaderno,
pero sus hojas estaban en blanco.” Algo”, supuse, “debería haber. Un indicio
que me diga que era lo que estaba pasando”. Hurgué en las páginas y vi que en
una estaba escrito: “Soy Job “, lo sabía era ella.
La noche siguiente resonó el reloj del lado
sur- todo esto tenía una clara relación con los puntos cardinales- la niña dejo
otro mensaje que debería leer ¡Escrituras, estaba hablando con escrituras! ¡Si,
con las santas escrituras! Tomé la biblia que estaba guardada en las cajas,
todo era muy confuso. Estaba a punto de terminar, no sabía que debía leer.
Busqué minuciosamente debajo de la cama, noté un
madero salido. Lo levante con dificultad. En su interior note una caja y cartas
atadas con un listón rojo. Eran de Job.
La primera carta: Cuenta que comienza a leer
un libro, a partir de su lectura la aparición de las pesadillas. Temía decirles
a sus padres lo que estaba pasando.
La segunda carta: Hace alusión, que en la
lectura de las páginas siguientes hay algo extraño. Siente miedo, pero no puede
dejar la leer.
La tercera carta: Expresa su miedo, las
páginas comienzan a tomar vida. Ésa era la última.
Todo era extraño, -Me pregunte cuál de ellos
sería-. Sentía que todo esto estaba relacionado con el tiempo en los relojes,
su extraño funcionamiento, los puntos cardinales.
Tenía que recabar datos, fui al periódico donde
suelen tener noticias de años anteriores. En primera plana hace aproximadamente
veinte años atrás la foto de la casa mostraba la extraña desaparición de una
niña pequeña, los padres de la misma ante el dolor y la frustración de no poder
encontrarla se ahorcaron en la residencia. Desde entonces nadie había habitado
el lugar, así pude entender porque todo estaba intacto.
Espere que llegue la noche, tome unas hojas.
Escribí una serie de preguntas para que Job me contestara, quizás funcione y
así sucedió. Con su crayola roja escribió tienes dos días, lee el libro, no
menciones tu nombre, no llegues al final, a las tres de la mañana del ultimo
día, versículo dieciséis, Job.
Sólo tenía dos días, de los cuales
aprovechaba cada segundo de ellos, buscaba sin parar, al costado de la ventana
en una pequeña repisa; en lo alto algo sobresalía, un libro separado del resto
con su cubierta de terciopelo azul.
“ ……. Para empezar a leer di tu nombre,
comienza ya que serás tú la protagonista de la historia proseguí leyendo,
vuelve a decirlo en voz alta … muy bien, una vez más …se había mudado a una
casa nueva dejando su vieja vida atrás, lo que ella no sabía era que esa casa
no era lo que se veía por fuera. Jardines de rosas fragantes, el parque con
verdes suntuosos, un columpio pendiendo del viejo árbol, esa casa estaba
habitada por una entidad, lo que parecía bello por fuera por dentro la llevaría
a… deje de leer rápidamente, algo en el libro se había llevado a Job, espere
como ella me había dicho.
Se hicieron las tres de la mañana de ese
último día, tome el versículo recitándolo sin detenerme
“El mismo será mi salvación porque el impío
no podrá entrar en su presencia “lo hice hasta el amanecer, después de aquel
día no volví a ver a Job.
Pasaron los años, el colegio estaba
realizando un gran evento. Ingreso por la puerta principal una anciana que
había vivido en el pueblo, estudiante del colegio, renombrada escritora, al
verla todos la rodeamos, nos pidió hacer una fila ya que había traído un
ejemplar de regalo para cada uno, era mi turno. Me miro dulcemente y firmo su
ejemplar el cual me dedicó, con cariño e inmensa gratificación, Job.
Ivana Sans.
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