Cuento de Julia Castillo(autora)

 Yo conozco a una mujer para nada monótona; una mujer inédita, y por decir inédita quiero decir que es muy diferente a mí, tanto que me gusta, me gusta la forma de nuestra asimetría, me gusta la caótica contradicción de nuestro amor que no encaja en un mundo tan lleno de poesía seca y parecida.

 El desayuno: pan con manteca, café con leche, una charla bajita, un beso gelatinoso. Ella desayuna, yo nunca, me da acidez. Ella dice que es la comida más importante del día, yo no contesto, solo la miro como pintor que mira a pintura suya; porque ella siempre tiene la razón y yo no. Yo no soy sabia, aunque tengo la impresión de que ella tampoco; ninguna de las dos tiene sabiduría, porque a los sabios la incertidumbre los hace de cristal, y ni ella ni yo queremos ser vulnerables. Creo que solo en eso nos parecemos, solamente en ese algo que no es nada más que una mera casualidad, que el tiempo, piadoso de mí, me regala, al igual que a aquella mujer, de la que estoy segura, que merecedora no soy. Y me gustan las casualidades, en cambio ella es tan fanática del destino que da asco.

 Ella se viste con ropas anchas y negras. Yo me tiro más por los colores cálidos; los revolucionariamente otoñales. Y cuando salimos de casa estamos tan disparejas que no parecemos pareja, y en su defecto, tampoco amantes, ni siquiera eso. Ella no le tiene miedo a lo disparejo, por eso no se peina y sale con la ropa deshilachada, a mí sí me asusta, me acomodo hasta la piel para ir al supermercado. Y ella me reta con un beso mientras me desacomoda el dobladillo de la camisa, porque odia mi poca valentía. Le lastima mi fragilidad, porque ella me quiere libre y no encarcelada, y yo no sé si me quiero libre, porque no creo que pueda serlo cuando mi ocultismo es tan grande que no entra en lo ínfimo de un planeta Tierra. No sé si pueda ser libre como ella, porque ella sí sabe, sabe ser libre y pegarse sus defectos en la anatomía, sabe salir con la libertad en su carne llena de viveza.     

 Ella es capaz, capaz de adentrarse en el mundo siendo consciente de que es poco convencional en él y aún cuando lo desentiende, capaz de danzar descalza en una sociedad dormida que te pincha los órganos con su mugre ciega, capaz de revelarse ante el nombre de un extraño, capaz de negar lo irrefutable. Yo no, yo soy débil y cobarde, por eso me quedo entre las paredes imaginándome la eternidad de una vereda.

 Ella, insoportablemente inquieta, odia estar inactiva. Ella es rebeldía y bohemia. Yo lo contrario, soy sosiega escribiendo poesía, que a ella no le gusta, odia la poesía, excepto la mía, porque de mí a ella le gusta todo, hasta mis defectos. Escribo un poema, en prosa o versos-eso ya da igual- trasciendo en metáforas volátiles su mirada diciendo que me levante de la cama, dibujo besos en palabras sabor caramelo, así mis letras quedan tatuadas en una vidriera cuando nuestro amor desigual y mi lírica básica merezca ser expuesta ante el corazón de la gente. A ella no le gusta escribir, es más de hablar, ella grita lo justo y necesario, habla por los codos cuando debe y llama al silencio cuando necesito, también conoce la sutil transparencia de un hablante a la hora de quejarse, y se queja bien, sin fallas en sus labios, sabe hablar, en cualquier momento. Yo no sé hablar, por eso soy poeta, para sentir que puedo emitir palabras sin la obligación de hacerlo, para gritar lo que mi cobardía no me deja sacar del alma, para impregnar mi realidad sin ser temeraria de ella al momento en que celebro la vista y me fracturo en mi unánime literatura.

  A ella le gusta el café amargo, a mí con cuatro cucharadas de azúcar. "Te va a hacer mal” contesto que no, que no pasa nada. Ella se preocupa por mí y yo por lo que me pasa me preocupo poco. Y a menudo peleamos en la cama por eso. Ella está dispuesta a pelear, yo no mucho, cada vez que discutimos bajo la mirada hacia sus pies, y confirmo que a ellos nadie los juzga. No vivo para contradecir, me incomoda la disconformidad. Ella me dice que a veces son necesarias las charlas incómodas. Pero yo no entiendo, me cuesta entender todo, más que nada la vida y matemática. Ella entiende más que yo, hasta matemática. Ella entiende todo lo que no logro comprender, por eso digo que es una mujer inédita, universal. Y por eso ella es una mujer la cual suelo llamar el amor de mi vida, porque lo es, aunque seamos tan distintas. Y yo no sé si yo soy el de ella o simplemente soy otro amor pasajero que rescató de un verano desapasionado, pero con ser un amor, yo me conformo.

                                                                                            Castillo Julia                                                                                      @julicstillo

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